A abrirme camino en este mundo terrenal.
A reencontrarme con mi madre en la que había habitado y dado cobijo durante 9 meses y un día.
A encontrar el lugar que me daría de comer.
A reconocer a mi padre, al que ya había sentido y oído meses atrás.
A conocer a mis hermanos, antes de poderlos ver.
A medir las distancias.
A decir NO, a decir SI.
A señalar lo que quería, lo que no quería antes de aprender a hablar.
A descubrir mis primeros juguetes.
A abrir mis primeros regalos de reyes y cumpleaños.
A moldear plastilina.
A construir castillos, puzles.
A jugar.
A trazar esas primeras líneas que mas tarde se convirtieron en palabras, después en historias y mañana serán cuentos que harán soñar.
A representar mis sueños con figuras y colores que hoy cuelgo en las paredes de mi casa y no hace mucho, regalaba con cariño a mis padres al regresar del colegio. A dibujar, pintar.
A apartar el agua de mi camino, aquél día de verano que mi padre enseño a nadar.
A conducir aquella primera BH verde con ruedines, mi primera bici de adulto, mi primera moto, mi primer coche.
A crear sonidos en una guitarra española que nunca se convirtieron en melodía.
A compartir mi amor con todos y cada uno de los animales que han compartido su vida conmigo.
A disfrutar de mi, de mi cuerpo, y mas tarde, de la pasión y el deseo por el cuerpo de quienes pasaron por mi vida.
A unirme a mis parejas.
A cerrar mis abrazos.
A expresarme en público con ese lenguaje corporal que tanto me ha dado y en ocasiones me ha quitado.
A cocinar, barrer, fregar.
A ordenar, desordenar.
A…
Nunca hasta hoy me paré a pesar, fui consciente y pude ver cuánto me han hecho vivir, sentir, disfrutar.
Fuertes, herencia de mi padre.
Delicadas con piel fina, herencia de mi madre.
Esas son mis manos.
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