Existe un libro que me ha inspirado y sigue inspirando, y recomiendo en mis talleres de identidad, innovación e inspiración en la comunicación: “La organización impulsada por valores”, de Richard Barrett.
Lo tomé de la estantería y el libro se abrió por una página, así que me senté a leerla. Hablaba de la maestría personal y Richard Barrett la definía así: “La capacidad de gestionar nuestra propia estabilidad emocional desde el nivel de existencia del ego”.
Y como no creo en la casualidades, y si en las causalidades, entendí que había algo que tenía que recordar, asentar y ¿por qué no?, compartir.
¿Pero cómo hacemos para trabajar nuestra maestría personal?
Os dejaré algunos pasos que espero os sirvan de reflexión.
1. Dar un paso atrás.
Lo primero que es necesario hacer para entendernos, es mirarnos con perspectiva. Así que dar un paso atrás será necesario para observar nuestros procesos mentales y ver que efectivamente el mapa no es el territorio.
Desarrollar una mirada sistémica consiste precisamente en esto, en levantar la mirada como podría hacer un pájaro al emprender el vuelo y observar desde allí arriba todos los elementos que forman nuestro sistema de creencias, patrones y modelos de pensamiento que provoca que en determinados momentos sintamos miedo, rabia, ira o frustración.
2. Hacernos conscientes de cómo nos sentimos.
El siguiente paso es identificar qué y cómo nos sentimos y nombrar esas emociones. En ocasiones sencillamente nos podremos sentir mal y esa será la primera pista que tengamos para a partir de ahí averiguar y nombrar la emoción que estamos sintiendo. Una vez identificada y nombrada la emoción, nos será más sencillo averiguar qué necesidad no está siendo cubierta.
3. Hacernos responsables de nuestras emociones.
“No es lo que ocurre a nuestro alrededor sino cómo nos relacionamos con lo que ocurre a nuestro alrededor”, estoy segura que esto lo has leído o escuchado infinidad de veces, pues bien, de eso se trata. En ocasiones, acciones o palabras de otras personas nos provocan un desequilibrio emocional, pero recuerda que no son sus acciones y sus palabras sino el significado que tú les das.
Si no nos hacemos responsables de nuestras emociones, nuestro equilibrio emocional dependerá más de lo que ocurre ahí fuera que de lo que ocurre aquí dentro.
4. Y finalmente, aprender a satisfacer nuestras necesidades más básicas y necesarias por nosotros mismos.
¿Y cuales son esas necesidades básicas? nuestra necesidad de supervivencia, relaciones y autoestima. Esas necesidades que nos motivan por su carencia y unas vez cubiertas nos permiten seguir creciendo, pero que cuando no están o sentimos miedo a que no sean suficientes, ponemos el foco en ellas, impidiendo poner el foco en ese otro tipo de necesidades que nos motivan por su abundancia y que son las de crecimiento.
Resulta curioso comprobar cómo nuestras reacciones más desequilibradas, son fruto de necesidades no cubiertas y que en la gran mayoría de las ocasiones nos sea tan difícil identificarlas, ya que la emoción de malestar es tan fuerte que nubla nuestra mente, o están tan arraigadas en nosotros por vivencias pasadas, que cuesta identificar por qué reaccionamos de ese modo.
O bien el impulso de nuestro instinto, o nuestras creencias, nos llevan a vivir situaciones desagradables, que a la vez nos están dando pistas de necesidades que son importantes cubrir.
¿La buena noticia? es que con consciencia y trabajo podemos controlarlas para llegar a conseguir esa maestría personal de la que habla Richard Barrett y hoy quise recordar y compartir con vosotros.
Cristina Recuero
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